22 agosto
Hace poco también pensaba que no había remedio, que eso de la fe era imposible. Llevaba demasiado tiempo en las arenas movedizas de la vida, y no veía cómo salir, ni me importaba hacerlo.
Como tú, yo también la pasaba chévere con el dinero y el placer como centro. Pero también como tú , sentía a cada rato un vacío muy grande. Por eso tenía que llenar mi pecho una y otra vez de aventuras.
Pero pasó lo que pasó, ya lo sabes, y ahora estoy aquí. Pensé que sería buena idea invitarte a intentarlo.
Durante estos días Jesús ha insistido en llamarte, y hoy lo vuelve a hacer en el Evangelio del día (Mateo 22, 1-14). Cristo habla de una boda que los invitados del Padre rechazan, y el anfitrión (herido por el desprecio) decide invitar a cualquiera que esté en los cruces de caminos. Y el gentío -que no aparecía en la lista original- se une a la fiesta y forma su rumbón.
Tu estás hoy en un cruce de camino, y se te está llamando a las bodas del Cordero. Tal vez dirás: "¡eso no puede ser conmigo, yo estoy muy bien así, no necesito religión ni sermones; mi amigo Eduardo perdió la razón del todo; me gustan sus mensajitos, pero eso meterme a beat@ nada que ver!".
O tal vez digas: "El mensaje de hoy no es conmigo, ya yo estoy trabajando duro en mi iglesia, así que no necesito estas palabras".
Quienes decimos seguir a Jesús muchas veces somos un fraude, y si no nos enseriamos y dejamos el egocentrismo y la doble agenda, el Señor nos echará fuera, y llamará a gente nueva, inesperada, para que extienda y goce de las mieles de su Reino.
Tu nombre está en la lista. Aunque te resulte absurdo.
P.S. Solo hace falta creer. Pulsa aquí: https://www.youtube.com/watch?v=mGtXitizR0c&feature=youtube_gdata_player
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