FUI CIEGO

30 mayo

En el mundo hay 39 millones de ciegos según la OMS. Y hablo de ciegos totales, porque otros 246 millones sufre de visión disminuida.

Hoy no hay tanto problema con eso, pero en tiempos de Jesús sí. Un ciego era considerado desperdicio, no podía entrar a la ciudad ni tenía derechos ciudadanos. La discapacidad era un castigo de Dios. Su destino era la mendicidad, porque trabajo no tendría nunca, y ninguna persona, ni su propia familia, lo podía recibir en casa.

En el Evangelio de hoy (Marcos 10, 46-52) Jesús devuelve la vista al ciego Bartimeo, pero solo después que este hombre (recordemos que era un despojo, un nadie a la orilla del camino) empezó a gritar a todo pulmón diciendo “Hijo de David, ten compasión de mí”.

La primera reacción de quienes iban con Cristo fue callarlo. Seguro pensaron: “aléjate, vagabundo, no nos contamines, y ni se te ocurra tocar a nuestro Maestro porque nos lo dañas”. Pero él siguió gritando como un loco. Tanto y tan alto que el Nazareno tuvo que detenerse y ponerle atención. Jesús lo sanó, dándole lo único que le devolvía su dignidad como persona: la vista.

Yo fui ciego. Llegó un momento en que ninguna cosa material, y tenía muchas, me llenaba. Había un vacío profundo en el pecho, y yo le metía de todo a ese hueco tratando de cerrarlo y nada. Hasta me enrolé en cosas dizque espirituales buscando respuestas. Nada. Caí en la depresión. Entonces, separado del resto por mi discapacidad (la depresión paraliza, aísla), empecé a gritar.

Y Jesús se detuvo para hablar conmigo.

Hoy estoy aquí, madrugando para verlo y hablar con Él, y luego contarte a ti lo que hablamos. Hoy me encargó que te dijera: ¡No pares de gritar (…) con mentiras ni alcohol ni ropa ni dinero ni prestigio se llena ese vacío que te saca lágrimas (…) no esperes al final de tu vida para levantar la voz! ¡Eso que no sabes qué es y te aprieta el pecho es ceguera o visión disminuida! ¡Grita!

P.S. Vale la pena, piénsalo. Pulsa aquí: http://youtu.be/9cBdAXKiqAY