29 Mayo
Algo que me impacta de algunos grandes personajes bíblicos es que a pesar de ser unos miserables, el Padre los usó para salvarnos.
En el Evangelio de hoy, por ejemplo (Marcos 10, 32-45), Santiago y Juan le piden a Jesús que les dé poder cuando el Reino llegue. La cosa es que Cristo, segundos antes, les había dicho que dentro de poco lo iban a masacrar, hasta sacarle del cuerpo la última gota de sangre.
Todavía me cuesta creer que ante semejante declaración de Jesús, a estos dos sólo se les ocurrió pedirle un puesto en el gobierno.
Antes que Santiago y Juan estuvo, por ejemplo, Moisés, un hombre miedoso e incrédulo, que empezó su carrera con un asesinato, seguido de 40 años escondiéndose de la justicia.
También está Jacob, el mismo que nos legó una bella historia de amor con Dios, quien al inicio estuvo atrapado en una telaraña de engaño, robo, infidelidad y poligamia.
Y qué decir de David. Ese gran rey aprovechó su poder para robarle la esposa a un indefenso y fiel soldado, a quien envió al frente a morir para quedarse con ella. De esa unión nació Absalón, un hijo ilegítimo que después intentó quitarle el trono a David.
Sería injusto quedarme con las cosas malas de estos hombres. También fueron unos gigantes en manos del Espíritu Santo. Esto me enseña que cuando un hombre o una mujer miran la derrota a los ojos, la enfrentan, y logran ponerse de pie, el Señor trabaja en ellos y con ellos para hacer maravillas.
¿Cómo se logra eso? Perdiendo el miedo y dejando de pensar que por mi fracaso Dios no va a querer nada conmigo. Eso no es verdad. Es un truco del enemigo.
P.S. Si en este momento estás en el suelo (créeme, yo sé cómo se miran las cosas desde ahí), y crees que es imposible el Amor del Padre, Dios nos muestra hoy que podemos levantarnos y caminar siempre adelante. Pulsa aquí:http://youtu.be/rkC3HI-8NM8
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