miércoles, 8 de mayo de 2013

ESTIRPE DE DIOS

8 de mayo

Es abrumadora la cantidad de veces que caigo. ¿Tú también? ¿Hay un pecado que te asedia fácilmente? ¿Te sientes cobarde, débil, incapaz de obtener la victoria sobre esa falla secreta?

Pasa que junto a esas caídas también me consume el hambre de Dios. ¿Te ocurre igual? Seguro que sí, pero no te das cuenta.

Tal vez no esté claro ahora, pero me consta que esas ansias locas por ser y estar mejor, y más arriba, no es otra cosa que hambre de Dios.

¡Es que el Padre nos hizo casi ángeles! ¡Nos creó para subir y subir... a Él!

En la Primera Lectura de hoy (Hechos 17,15.22-18,1) Pablo nos asegura esta belleza: "¡Somos estirpe de Dios!".

Lo tonto es que equivocamos el camino de ascenso.

Confundimos el hambre y sed de Dios con una necesidad del cuerpo,  cuando es una urgencia del alma.

De seguro has fallado. Tal vez ayer, ¡o incluso hoy mismo! Entonces piensas que es por gusto intentar ser mejor, crees que eres caso perdido, que es imposible levantarte. Que Dios no querrá nada contigo, porque la suciedad es demasiada.

Por 30 años o más yo pensé igual. Y a veces me vuelve a acosar esa idea, lo confieso. Pero en un momento se me regaló la gracia de entender el asunto: El hambre y sed de Dios son la clave; estoy llamado a ser grande e ilimitado, pero ese llamado no tiene nada que ver con sexo ni con tragos ni con plata ni con influencias.

Aunque caiga, el hambre de Dios no debe mermar. Es la clave de la victoria.

“Puede que todavía no sea lo que el Padre planea, pero no seré un esclavo para siempre. No soy títere del mal, y no voy a ser su víctima".

Tú tampoco.

P.S. Si quieres cargar las baterías para dar la batalla Pulsa aquí: https://www.youtube.com/watch?v=3XOplv1r9DU&feature=youtube_gdata_player

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