jueves, 23 de mayo de 2013

CINCO PANES Y DOS PECES

23 mayo

Hoy Jesús hace un milagro portentoso (Lucas 9, 11-17) y con cinco panes y dos peces alimenta a cinco mil personas. Sobran doce canastos repletos. ¡Wao!

Siempre esta lectura me ha provocado un estira y afloja de neuronas. Fe y razón. 

No puedo evitarlo, y afino la mente en busca del “quid” en todo esto. Entonces aparece un dato: a pesar que la vida de Cristo está marcada por prodigios, Él siempre se aleja de ellos, se niega a lo espectacular. Y otro dato: Hay dos cosas que son capaces de arrancarle milagros a Jesús: la fe de los que piden, y la miseria de los hombres.

Tener esto claro me liberó las neuronas y alimenté la fe. ¡Cristo vino a traer la salvación, no a hacer milagros! Los prodigios son circunstanciales.

Pero algo me dice que siguen siendo necesarios los milagros. ¿Cómo hacemos, si no, para que la gente de hoy, tan materialista, crea en Dios? Pienso que Cristo nos dejó la obligación de hacer milagros.

Entonces se me regaló otro dato: Hemos de “convertirnos” en milagros: de coherencia, de fidelidad, de misericordia, de generosidad, de compasión… Debemos ser un milagro, un signo, de fe.

Llegué a una conclusión doble: Primero, en este mundo sin Dios no puedo sólo contarle a la gente los milagros que Jesús hacía dos mil años atrás, si no le muestro los prodigios que Él está haciendo hoy, y los que hace en mí.

Segundo: ser un milagro no depende de mi esfuerzo personal; soy sólo cinco panes y dos peces. Necesito que el Espíritu Santo haga lo suyo, y empiece a multiplicar.

Claro que sirve de mucho ver el milagro que ocurre todos los días en Malambo, donde los niños abandonados y las monjitas que los cuidan, tienen platos de comida a partir de cero.

P.S. Antes mi fe estaba colgada de los milagros que le exigía a Dios. Hoy intento dejarme convertir en un milagro. ¡Hagamos esto juntos! Para festejar, y que sobren cestos, pulsa aquí: http://youtu.be/qrNfz4jz6BQ

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