17 julio
La cartera de mamá, el dormitorio de la tía, el mostrador de
la abarrotería: eran cosas “sagradas”. Jamás me imaginé de niño quebrantando la
regla de no tocar, no mirar…, no pasar.
Recuerdo que corrí con todo lo que daban mis piernas
preadolescentes, para evitar que una bandera panameña que caía desde la inclinada
asta de la escuela Nicolás Pacheco tocara el suelo. La tricolor era sacrosanta...;
en aquellos años nos enseñaban que por defenderla, diéramos todo. Estoy
hablando de los scouts.
En la Primera Lectura de hoy (Éxodo 3,1-6.9-12) Dios sale al
encuentro de Moisés en el monte Horeb, y le dice: "No te acerques; quítate
las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado."
Enseguida me pregunté: ¿Por qué hoy ya no veneramos? ¡Hay
tan pocas cosas sagradas! Me respondí que tal vez el acceso a tanta
información, por medios diversísimos, nos ha quitado la capacidad de
reverenciar. Hoy todo está desnudo.
Tal vez por eso no respetamos a los mayores; la autoridad y
la verdad nos parecen tan relativas; todo lo podemos manosear, probar, romper…
En la Lectura citada Moisés “se tapó la cara, temeroso de
ver a Dios”. Si hubiera ocurrido hoy, no sería raro que lo intentara filmar
para subirlo a YouTube.
No nos incumben los misterios.
Un propósito para el día puede ser rescatar lo sagrado en
nuestra vida. Busquemos dentro nuestro la capacidad de reverenciar lo
reverenciable, porque Dios la puso ahí, y dejemos que nos regale una flor.
No lo entendemos del todo, pero necesitamos lo superior, lo trascendente,
eso que nos dé razón para vivir más allá del aquí y el ahora. Pongámonos de
rodillas hoy, solo hoy, y busquemos.
P.S. Para quitar el tufillo a queja que tiene la cápsula de
hoy, cantemos con Mercedes Sosa “Razón de Vivir”. Pulsa aquí: http://youtu.be/rkb3q1fTjoU
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