martes, 20 de septiembre de 2011

CÁRCEL

Un pariente que tengo hospedado en La Joya me pidió dinero. 
- ¿Y eso?, le pregunté. ¿Para qué necesitas plata en un lugar donde tienes techo y comida?- insistí, haciéndome el babieca. 
Él está preso por hurto agravado.
- "Para cositas", me respondió.
Supe después que esas "cositas" son, entre otras, cigarrillos, tarjetas de celular, comida de la buena (paralela y superior a la oficial), condones y hasta los periódicos del día. Y drogas, por supuesto; de múltiples fuentes y cosechas.


Lo bueno fue saber cómo llega el dinero a sus manos. Pensaba que era cuestión de ir hasta allá, cerquita de Chepo, a dos horas y tantas de camino, pasar los humillantes procesos de revisión y control y entregarle el billete de veinte (¡Porque no pensaba darle más que eso!). Pero no, se trata de algo más novelesco.


Resulta que él me entrega un papelito con un nombre de mujer y dos números: uno es la cédula, y el otro el de un teléfono celular. Me dice:
- Tío, usted va al Súper 99 y pone el dinero en esas cajas especiales que tienen para giros. Da ese nombre y esa cédula. Cuando el dinero está puesto, usted llama, da mi nombre, y dice "listo".


Cuando la mujer recibe la plata, ella llama a la cárcel, y el dinero se lo entregan a mi pariente constante y sonante, claro que descontando la comisión por el favorcito. Todo en minutos.


Este muchacho (es un chiquillo que no llega a los veinte años) está en uno de los pabellones más rudos de ahí, rodeado de sicarios, narcos de toda pelambre y otros ladrones. Él paga por su estadía, bajo la protección bendita de los otros reos más viejos, quienes lo alimentan y le evitan toda molestia gracias al escudo de músculos y sabrá que otras armas, que ponen a su alrededor.


Entendí lo de la comida especial porque en los días de visita llegan insumos frescos: apio, arroz, frijoles, carne enlatada, especias, uno que otro pollo muerto y demás delicias de la cocina criolla.


"Eso sí", me dijo, "cuando salga tendré que hacer favores".


Por más que intenté que me revelara cuáles favores no supo, o no quiso, hablar.


Mi imaginación, que siempre tiene el piloto encendido, voló. Puede tratarse de vigilar un "sitio de interés" y pasar la información de inteligencia más adelante. Tal vez tenga que dejar un "mensaje de advertencia" a algún moroso. Quizá le pidan robar, o lo usen para recibir el dinero que otros familiares desesperados pondrán en la caja de giros del súper 99 (hay otras vías, esta fue la que le dieron a él). Quizá deba matar.


Y si no cumple...


Escribiendo esto pienso en las prisiones, como esa donde está mi pariente, y valoro mucho la libertad que te da una vida sin mayores atrevimientos. Y agradezco. 


Pero también me llega a la mente ese otro tipo de jaulas, las que llevamos dentro. Estamos atados a ellas por nuestros vicios (esas caderas redondas como frutas), por nuestros lacerantes egoísmos (el "Yo" primitivo que nos evita alzar la mirada y entender y aceptar al otro); por nuestros miedos y nuestras culpas.


Ahí sí que estamos solos, y no existe caja de giros para que nadie nos mande un salve. 


Hay una única salida... aceptar que somos prisioneros, y creer en y al Ser Superior que nos invita para que nos demos a la fuga. A mí me lo presentaron como Jesús.


Saludos a mi pariente en La Joya (también tiene internet y puede leer esto), y sorry por no guardarle el secretito. Recuerda, sobrino, Jesús te puede dar la libertad que el hombre te niega. 

5 comentarios:

  1. Buena, compañero. No me sabía la del supermercado. Cada vez van más rápido estos malandros. Que Dios cuide a tu sobrino.

    B.G.

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  2. Sea lo que sea que hayamos hecho y sin importar cuán lejos nos hayamos descarriado, Él nos recibirá y nos restaurará por Su gracia... cualquier vicio que tengamos, así sean las caderas redondas cual frutas, podemos sacarlas de nuestras vidas.., solo es cuestión de arrepentirnos y desear llevar una vida diferente.

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  3. Tremenda lección. Ese inframundo de nuestras prisiones es capaz de generar ideas de toda índole. Esos depositorios de humanos, de cuyas llaves no pocos miembros de la sociedad quisieran deshacerse para siempre, siguen siendo la principal vergüenza de nuestra incipiente y hoy amenazada democracia.

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  4. Qué bueno tener parientes presos, porque te ponen la vida en perspectiva. Pero mejor es tener tíos que te hablen de la verdadera libertad.
    ¡Saludos, campeón!

    AnaG.

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