Ciudad de locos,
de
buses ruidosos,
antropófagos,
escapados
del infierno
que
se cuelan por rendijas tolerantes,
con
la misión secreta de extinguir lo conocido
y
reinar después a solas,
resollando
y aturdidos,
sobre
un potingue de cadáveres hediondos.
Ciudad de maestros y maestras
sin
gracia ni pinta, ausentes, errantes,
despretinados
y fofos,
invidentes
encargados de llevar el ganado de la patria
por
la estrecha vaguada que hace más de un siglo
es
línea divisoria entre la mesa y el hambre.
Donde
reina el hampa, señorea el ladrón,
el pederasta tiene la palabra,
y la
mujer al marido engaña porque él lo hizo primero,
o sin
razón,
porque
cuando se siente sola,
el
reconcomio morboso de besar a otro
se le
mete bajo la piel y le levanta la falda.
Ciudad de locos
de
cuchilleros, de putas, de policías mal pagados,
de
maniobreros políticos,
de
sindicalistas ambidextros,
y
médicos sin recetario, eso sí, con chequera;
de
periodistas sin verdades, de abogados y mercachifles,
y de
madres solteras, quienes tal vez sean las dos cosas
—es
decir, madres y solteras—
gracias
al desliz de un cura.
Donde
dejamos de ser vecinos
para ser
los sospechosos;
donde
murió el compadrazgo;
ya no
tienen agua los amigos
porque
en algún malentendido se les secó el charco;
no
hay crédito ni palabra de honor
ni
abuelos sabios ni pan fresco y oloroso en las mañanas;
donde
nadie se sienta a la mesa para comer,
porque
lo hacen frente a “su” televisor o en “su” cuarto.
Conglomerado
de casas llenas de parientes,
no hay hogares; no hay familias.
Ciudad de locos
de
mentirosos, embaucadores, negligentes,
traidores,
perezosos, aviesos, coimeros,
indiferentes,
borrachos, parranderos, canallas
y
hasta amantes de la brujería y el dolo.
Ciudad de locos
donde
cada cinco años gira
la
máquina de moler gente que es la democracia;
donde
habita el cíclope sordo y bruto
al
que le dicen gobierno;
donde
el destetado industrial contamina ríos y mares;
donde
de mañana muy temprano abren sus puertas
locales
que chupan sangre, y que con tino son llamados “bancos”;
donde
cada hora alguien es víctima de un crimen;
donde
nadie cree en nadie.
Post Data:
Las
líneas anteriores son apenas un retrato
fuera
de foco
de
una fealdad escurridiza que miro con estos ojos de viejo.
No es
toda la verdad; faltan las cosas hermosas que también somos, falta tu risa, colochita...,
y
faltan más barbaridades.
TE LEVANTASTE DE MALAS, COMPA; MEJOR NI TE LLAMO PARA SABER POR QUÉ. DE TODAS FORMAS, PORQUE SABES JUGAR CON LAS PALABRAS, DA GUSTO LEER TUS AMARGURAS.
ResponderEliminarLeonardo
Mi vida, ¿qué te ocurre? No deja de ser verdad todo lo que dices, pero creo que exageras en el volumen de tu voz, amigo. Recuerda que hay cosas hermosas, como yo, a tu alrededor.
ResponderEliminarYessica
Espérate, aquí entre tú y yo, ¿quién es la colochita? La envidio.
ResponderEliminarB.
Compadre, la ciruela pasa es un laxante de rápido efecto.
ResponderEliminarRS
Hola amigo, un real retrato de este nuestro amado país. Pero, tengo que reprocharle que dejo fuera lo más importante, que para todo lo feo que retrata hay una respuesta y una solución, JESUCRISTO, El único y sabio Dios creador de todo y quien puede, si le buscamos en espíritu y verdad cambiar este dantesco escenario.
ResponderEliminarAna Elida
Asi es Leonardo, Eduardo sabe jugar con las palabras...pero además, siente el sufrimiento del necesitado y lo expresa muy bien...geraldine
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