Como escéptico consumado, digo que también serán historia algunas desilusiones que hemos vivido, y que viviremos.
La vida no es color de rosa; pero tampoco es un mar oscuro y en eterna tormenta.
¡Leamos a Pinilla!
DISCURSO ERASMO PINILLA EN PROCLAMACIÓN DE JUAN CARLOS
VARELA RODRÍGUEZ, PRESIDENTE ELECTO DE PANAMÁ…
Queridas amigas… queridos amigos: La semana empezó con una placidez
nacional que bien podría ser el augurio de un quinquenio de reivindicaciones
patrióticas. Hacía mucho tiempo que una elección no generaba tantas
expectativas; pero también hacía mucho tiempo que una candidatura no despertaba
en los electores semejantes alegrías finales, como la que el presidente electo
ha regalado al pueblo panameño.
Todos
sabemos que lejos de ser un simple triunfo, es el triunfo de la democracia
electoral. Nuestro pueblo soportó estoico, valiente, decidido y en silencio, la
avalancha infructuosa de indolentes argucias de los políticos, campañas sucias
y hasta 4 leyes hechas a la medida para tomar ventaja de todos los adversarios.
Cabe decir con entereza y total certidumbre, que este es un pueblo sabio que
finalmente ha decidido dar un ejemplo imperecedero de sabiduría política.
Esta
determinación nacional no debe pasar desapercibida, y es mi deber como juez
electoral, resaltar la lección que debemos aprender todos: no se juega con la
intuición popular. La gran perdedora es la absurda racionalización a la que
rinden tributo los estrategas de las campañas, que apuestan al engaño, a la
manipulación, al desatino inútil del exorbitado gasto en propaganda y al
recurso manido y perverso de comprar las conciencias de los electores. En estas
elecciones perdieron las mañas; en estas elecciones ganó un sentido común, que
viene erigiéndose sobre un andamiaje saludable que se llama credibilidad
en las instituciones democráticas. Había sospechas y miedos a la trampa; pero
fue la confianza en el Tribunal Electoral, lo que hizo que el panameño
concluyera que ningún ardid es mejor que la determinación de cambiar las cosas,
si hay fe y seguridad en los arbitrajes imparciales.
¿Qué leyó
impasible nuestro pueblo, por encima de la algarabía propagandística? ¿Cómo fue
posible darles la vuelta a los resultados previstos en las encuestas, apenas
una semana antes del pasado domingo? El pueblo leyó, con in-habitual
inteligencia emocional, el lenguaje secreto de los gestos en el semblante
diáfano de los candidatos que apostaron a la sinceridad. ¡Que sirva de lección!
Deberemos
volver sobre estas reflexiones una y otra vez, a lo largo de todo el quinquenio
que iniciamos. Que la lección no se olvide, y que los partidos políticos y los
aspirantes de libre postulación se aboquen prontamente -y antes que se olvide
el ejemplo- a trabajar en las reformas electorales, único portal válido como
referencia para las elecciones de 2019.
Tenemos
un compromiso con la Comisión Nacional de Reformas Electorales de presentar, en
los primeros días de instalada la Asamblea Nacional, el proyecto de ley
desechado por la Asamblea anterior; con la promesa de la mayoría de las
fuerzas políticas, de aprobarlo integralmente. Ello, sin perjuicio de que
a partir de enero próximo, como ya es tradición, la gran Comisión Nacional de
Reformas Electorales volverá a ser convocada para revisar a profundidad toda la
normativa electoral.
Aprendamos
del pueblo, quienes creen equivocadamente que son más inteligentes que él;
quienes piensan que saciar el hambre de un día, es más importante que saciar el
hambre de siempre; instruyámonos en la práctica que dice que la fe es más
importante que el deseo; recordemos para 2019, que nadie juega más vivo que el
que vive esperanzado entre tanta desesperanza.
Este
escarmiento suena vibrante en cada lugar olvidado de nuestro istmo; pero estoy
seguro de que los políticos lo ignorarán apenas pasen unas semanas. Que
la tarea sea recordárselo los 1824 días que restan hasta el 5 de mayo de
2019. Aunque sé en lo profundo de mi instinto de juez, que muchos de los
políticos no tienen tan mala memoria; más bien algunos tienen malos hábitos… y
otros peores conductas.
Como es
casi seguro que no estaré presente ese día, porque creo que me merezco un
retiro a tiempo de disfrutarlo, quiero ahora gozar los éxitos humanos
como el de esta presidencia junto a mis queridos colegas y mis admirables
compañeros de institución, todos los funcionarios del TE, -hago un alto para
aplaudirlos- ¡ellos son los puntales de la fe en nuestra democracia!…
¡incorruptibles y sacrificados!… como es probable que no esté ese día, dije, les
endoso la tarea de un relevante ánimo: no olvidar nunca esta lección del 4 de
mayo pasado.
Recordemos,
compañeros, que el gran libro de libros, dice que “Más vale el buen nombre que
las muchas riquezas, y la buena fama vale más que la plata y el oro” (Proverbios
22:1)
Un
querido amigo cita frecuentemente una frase de Jean de la Bruyère:”el único
exceso permitido es el exceso de gratitud”…
Agradecemos
a Dios nuestro creador, a todas nuestras iglesias y confesiones religiosas; a
mis colegas, Eduardo Valdés y Heriberto Araúz y a los más de 2900 compañeros de
trabajo (entre permanentes y eventuales) por la solidaridad, por su
profesionalismo y el trabajo en equipo que hemos realizado, al cuerpo de
delegados electorales, a todos los miembros de las corporaciones electorales, a
los promotores electorales, a los estamentos de seguridad, a la sociedad civil,
a la comisión de justicia y paz, a todas las universidades, a todos los
observadores electorales, nacionales e internacionales y al pueblo panameño.
Merecerán
mi eterno agradecimiento.
Me
permito un agradecimiento inusual en mí. A mí querida esposa Melisa, a mis
hijos Ariadne y Francisco; Erasmo y Decka; Ricardo y Kenia, y Diego y
Dely. A mis nietos y a todos los familiares y amigos que sufrieron más que yo,
los arteros ataques personales de que fuimos objeto en esta campaña, para
tratar de doblegar mi espíritu y determinación de demócrata contumaz. A ellos
además de agradecerles, debo pedirles perdón.
Pero no
hay gratitud más grande que la que debemos rendir a nuestro pueblo. Sin su
sorprendente sabiduría, no tuviéramos la sublime sensación de seguridad de hoy.
Por ello no nos distraigamos en este éxito popular; lo que hemos conseguido,
gracias a la valentía de nuestro pueblo, es darle un espaldarazo definitivo a
la democracia procesal.
El
veredicto del domingo pasado confirma la sentencia que se lee en un lugar
destacado del atrio de la sede del Tribunal Electoral: “La salud de las
democracias, cualquiera que sean su tipo y su grado, depende de un mísero
detalle: el procedimiento electoral; todo lo demás es secundario, sin el apoyo
de un auténtico sufragio, la instituciones democráticas están en el aire.”
(José Ortega y Gaset, en La Rebelión de las Masas)
Hace 5
años, un miércoles 7 de mayo de 2009, proclamamos uno de los triunfos más
destacados -por el % de votos- de la historia electoral panameña. Me
correspondió a mi también, cosa curiosa, cumplir el mandato institucional de
presidir aquel acto.
Dije en
esa ocasión: “Señor Ricardo Martinelli Berrocal, el domingo usted
recibió un muy claro mandato popular, sin precedentes en la historia
republicana por lo abrumador de la mayoría alcanzada. Eso indica que las
expectativas de la ciudadanía panameña sobre usted y su gobierno, son enormes.
La OEA le hizo un reconocimiento a su compromiso para con el pueblo y sabemos
que tiene usted la voluntad y la capacidad de cumplirlo. Para ello, hay que
sanar las heridas que dejó la enormemente dilatada campaña política que por
fortuna, ha concluido. Es deber de los ganadores el elevarse sobre las
diferencias para destacar lo positivo que todos y cada uno de los panameños
tiene”.
Retrospectivamente
debemos reconocer la cita como un buen consejo. Hoy quiero citar a Isaías 3:10
que sentencia: “Decid al justo que le irá bien, porque comerá de los frutos de
sus manos. ¡Ay del malvado! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le
será pagado”.
Señor presidente electo: en nombre de la Patria y con plena
confianza en su buena estirpe, hoy le repito a usted otras palabras de aquel
2009, en la certeza de que su origen campesino -como el mío- nos obliga a
actuar con rectitud e hidalguía, y con el honor personal de acatar la orgullosa
honorabilidad de nuestros ancestros.
Cito: “En
la sociedad moderna, nadie puede gobernar un país sin el equipo de los mejores
hombres. Usted ha prometido reclutarlos y el país espera de todos ellos, el
armonioso trabajo que la compleja y delicada obra requiere. Le pedimos al Dios
Todopoderoso que lo ilumine para cumplir tamaña hazaña”. (fin de la cita)
Volviendo a la actualidad, a los perdedores de esta contienda de 2014
los invito a responder, como los caballeros medievales; rindiendo la lanza y
desarmando el ristre; nuestra Nación necesita ampararse en la misericordia
cristiana, para olvidar el infortunio institucional del quinquenio que concluye
el próximo 30 de junio.
Recomendaciones a Varela
Cada día
de este nuevo quinquenio, presidente Varela, debe usted auspiciar tareas
concretas que nos conviertan en una Nación con democracia verdadera; no
solamente cumpla sus promesas de alivio a la pobreza en las mesas de los
panameños y seguridad en nuestras calles, prohíje el siguiente paso: haga
posible la democracia deliberativa, para que la representatividad decidida en
las urnas el pasado 4 de mayo, cree verdaderos procedimientos colectivos de
toma de decisiones políticas, que incluyan la participación activa de todos los
panameños que avalaron el procedimiento electoral. Seguimos siendo un modelo de
participación, no obligada, con un espectacular 75% de asistencia a las urnas;
pero ese ánimo es burlado por los órganos llamados a regir la Nación armónica,
pero separadamente.
Extienda
estas alegrías armando a su pueblo con herramientas valiosas como la consulta
permanente; desarticule el transfuguismo, no lo aliente pensando que es útil;
abone el terreno para la liberación, a través de la educación; no solo le dé al
pueblo comida barata, dele hambre de justicia; y “enséñelo a pescar”; escale
esas alturas que la Patria reconoce como únicas: no presida, convoque; no haga
beneficencias, sea solidario; no hable, haga; no pida conductas sociales
ejemplares, compórtese ejemplarmente; no diga vayan, diga síganme; que el
pueblo no hace lo que sus dirigentes dicen: el pueblo hace, lo que sus
dirigentes hacen.
Haga
verdaderas y consecuentes las palabras que pronunció en la alegría del triunfo:
se acabó el tiempo de la política como negocio; limpie la casa con las escobas
justicieras de sus aliados, bárrala bien, antes de instalarse en ella.
Fumíguela contra la avaricia, la ambición de poder, la chabacanería, el
amiguismo, la auto condolencia que inhabilita el desarrollo social y pone
primero la curita que la determinación, póngale la valentía y la fe en la
capacidad.
Haga
cierta la interpretación correcta del concepto de mandatario: que no es el que
manda, es el que obedece; tal vez así la democracia deje de ser la mentira
retórica encerrada en un vocablo, y empiece a ser, de verdad, el gobierno del
pueblo.
Puede
pensarse que estas reflexiones no son las acostumbradas en una proclamación.
Bien podría satisfacer de otra manera más complaciente, amigable y componedora
el significado de este acto. Pero el ejercicio electoral recién concluido ha
marcado un hito nacional en la democracia procesal. No ganó el bullicio ni su
oferta mercantil y electorera: ganó la voluntad popular, por encima del
clientelismo, las persecuciones judiciales, las amenazas y las componendas.
El
resultado de las urnas es aleccionador: candidatos que ni siquiera lograron los
votos que creían duros, toneladas de papel y telas infructuosas que deberíamos
dejar instaladas, como un testimonio moralizante; el ejemplo
incuestionable de una candidata a diputada de libre postulación que no tuvo
abundancia de cuñas de televisión ni de pancartas callejeras, y conquistó una
curul, y por cociente entero; millones de dólares de fuente privada y recursos
públicos, invertidos en hojas de zinc, electrodomésticos, carros y hasta casas,
promesas de empleos, amenazas, campañas sucias, infundios anónimos sembrados en
las redes sociales, difamaciones y conductas denigrantes para nada: ganó un
hombre cuya mejor táctica fue una mirada clara, fe en Dios, proceder
consecuente, y algunos ingenios novedosos que deben estudiar los estrategas de
las campañas electorales, y que yo les descifro: la sociedad humana sigue en su
incesante evolución hacia la perfección espiritual.
Los
incrédulos – piensan que los políticos, todos, sin excepción, salen de un mismo
molde. Le toca al señor Varela y a los nuevos diputados, alcaldes y representantes
de corregimientos, hacernos cambiar esa percepción dañina. La democracia, para
seguir perfeccionándose, necesita nuevos cimientos; sabemos que su argamasa es
la actuación de cada uno de ellos, en el quinquenio correspondiente.
Si el
nuevo gobierno quiere y reconoce como una urgencia satisfacer la aspiración
democrática más pura, creará los mecanismos y aplicará los métodos necesarios
para evolucionar de la representatividad a la deliberación y a la
participación. Cierto es que la democracia pura, esa donde el pueblo se
constituye en asambleas, es inalcanzable por la complejidad y tamaño de
la sociedad moderna, que además cree que una vez concluida la elección,
los representantes van a pensar y comportarse como pueblo y no como elites.
Habría que
empezar a instaurar y reforzar mecanismos como las revocatorias de mandatos,
las leyes anti tránsfugas, el respeto a la separación de poderes, la
consulta plebiscitaria, la rendición de cuentas y la constante vigilancia
ciudadana. En conclusión, necesitamos una nueva Constitución Política de la
República que reivindique estas aspiraciones y que vuelva a refundar una
democracia donde mande la mayoría… pero con garantizado e irrestricto respeto
por todas las minorías.
Me
pregunto si las argucias políticas de siempre, aduciendo paz y
reconciliación nacional, dejarán sin castigo los desmanes, las satrapías
y el saqueo de las arcas nacionales.
Hay
decenas de cargos que necesitarán auditorías forenses -prometidas, no las
estoy inventando ahora- que deben alcanzar a otras decenas de profesionales y
empresarios que se prestaron al bandidaje. ¿Se hará esa justicia prometida?
Para que
en 2019 el pueblo acuda a las urnas y supere el récord nacional de
participación electoral, será necesario que la fe en la institucionalidad sea
restablecida con la certeza del castigo; a mí sí me compete velar por esta
urgencia, porque el Tribunal Electoral crece en credibilidad y la democracia se
fortalece, cuando la institucionalidad no cede ante el contubernio. Veamos si
nuestro nuevo presidente califica esta reflexión como una amenaza, una
conminación, o asume esa responsabilidad como una de las tareas más
fortificantes de la democracia. Sin rendición de cuentas y transparencia no hay
fe en los gobiernos, y con el mal ejemplo de la impunidad, el pueblo volverá a
sucumbir en los lodazales del clientelismo.
Presidente
Varela: usted tiene una segunda oportunidad; el pueblo lo escogió hace 5 años
como vicepresidente; ahora lo hizo como presidente; ahora la responsabilidad es
totalmente suya y de los que elija como equipo para gobernar: no nos defraude;
haga buena su palabra, cumpliendo con las promesas que legitimarán su cargo.
Quiero reiterar, y hacerme eco de la alegría que nos cobija como un manto
promitente: nuestro pueblo está feliz. ¡Qué hermoso ha sido concluir el torneo
sin una sola novedad relevante! Los eventos aislados son propios de otras
conductas de similar talante; no cuentan como empañamiento del proceso.
Incluyendo la usurpación y el jaqueo a nuestras bases de datos.
Se
cumplieron varias predicciones, pero ninguna tiene la virtud que ennoblece en
semejante estatura a nuestro pueblo, como habernos sorprendido con una valentía
electoral que hay que aprovechar; ahora, más que nunca, es cuando es posible
enrumbar nuestra Nación, presidente Varela; asuma el reto que se le ha
planteado, porque todos esperamos de usted una conducta irreprochable y, porque
los electores consignarán en las urnas, en mayo de 2019, el dictamen
final si el resultado de su mandato es la pusilanimidad, o de intrepidez
democrática.
Recordando las palabras del graduando Varela 1980
Concluyo
citando algunos párrafos del discurso pronunciado por el ganador del primer
puesto de honor del Colegio Javier, en diciembre de 1980. Cito:
“Aquel
campesino, no es ningún vago, sino un hombre trabajador al cual nunca se le ha
dado oportunidad de superarse; es un hombre pobre, pero mucho más rico que
nosotros en espíritu, es aquel hombre que comparte lo que tiene, mientras
nosotros rechazamos dar lo que nos sobra.”
“Ahora,
salimos a la vida conscientes de que no podemos ser felices mientras aquel
campesino y muchos otros hombres de nuestra patria y en el mundo entero, no
tienen el derecho a una educación, a una alimentación adecuada, no tienen ni
siquiera el derecho a vivir.
Poner nuestra
capacidad al servicio de los demás.
Luchar
por la justicia y la libertad.
Estos son
los principios y los ideales cristianos que llevaremos con nosotros hasta el
fin de nuestras vidas.”
“Solo
te pido Señor, que nuestras voces de denuncia y de protesta no sean calladas
por los intereses ajenos a tu voluntad.
Y
concluyó así:
“Aunque
separados físicamente estaremos, siempre unidos en la lucha por la construcción
de una Patria más justa, de una patria más libre, y de una Patria más
cristiana,”
A la vez
yo concluyo soñando con que usted, señor presidente, cumplirá no solo sus
promesas actuales, sino que cumplirá sus ideales de juventud, ahora que sí
puede.
Al pueblo
panameño, mi reconocimiento más preciado, porque él, y solo él, es el autor
del aleccionamiento vivido, consciente como ya lo es, de que “La patria
la hacemos todos”.
Muchas
gracias.
Erasmo
Pinilla Castillero
Presidente
del Tribunal Electoral
7 DE MAYO DE 2014
Gracias, Eduardo, por compartirme este texto que guardaré. Si se cumplen las expectativas aquí escritas, renacerá mi ilusión electoral. Si no, seguirán muertas.
ResponderEliminarAnayansi Dark