martes, 27 de noviembre de 2012

ESTHER

Los humanos somos como pequeños puntos de luz que iluminan el universo, cada cual con su particular intensidad, su poquedad... o su muchedad. Como ocurre en  una casa con los foquitos que uno le cuelga en las orejas a Diciembre.

Cuando uno de esos farolitos se apaga, aquel pequeño rincón, ese espacio único e irremplazable, queda a oscuras, una sombra que se nota e incomoda.

A veces los pequeños bombillos de al lado intentan suplir al que se apagó. Al menos en apariencia. Aún así la mancha, como diente roto, es tan poderosa, que compite con la radiante luz de los que se esfuerzan por iluminar lo que les queda de casa.

Cuando el foquito que se apaga es una madre, de esas que se pegan como hiedra  al alma de los hijos, la oscuridad parece ser mayor. Es un manchón hondo y espeso. Pensamos que el universo entero se descalabró, y a veces falta el aire, y la música estorba, y el dolor pincha como ataque fulminante al corazón.

Entonces surgen los hijos de los hijos, cometas llenos de energía que preguntan dónde está la abuela, que si la veremos otra vez, que si va a cocinar aquellos espaguetis tan sabrosos, y lloran un poco, pero siguen correteando cual bólidos celestes, viviendo el ahora como debe ser. Mejor. Como debe ser.

Son nuevas centellas que se encienden y hacen que los que quedamos colgando en el universo, en la casa, nos esforcemos por iluminarnos la vida entre todos, que pensemos en la que se fue, pero más en los que quedan, y nos multiplicamos el cariño, y el derredor se va llenando de luces y carcajadas y besos y cantares otra vez.

Cuando la que se apaga es una madre, uno sigue brillando porque ese es el deber de los hijos del sol, y uno fulgura en los pequeñuelos, porque ellos necesitan que así sea, pero siempre, en la noche, antes de dormir, uno habla con el Rey Sol, y le pide que cuide al foquito mamá, uno piensa en ella con ternura, una ternura que muerde y agua los ojos, pero al rato la sonrisa se abre paso pecho adentro, porque uno va sabiendo que aquel abrazo último que le dimos, cuando ya no podía darse cuenta que la estábamos besando, fue el mejor abrazo de todos. ¿Verdad, Martín?

Hasta pronto, Esther, prima querida.

6 comentarios:

  1. Andricel R. Quijano S.27 de noviembre de 2012, 19:43

    Hermoso, realmente hermoso. En efecto, hay foquitos que nunca podrán ser sustituidos y como en su momento brillaron tanto! los que quedamos no podemos desperdiciar su brillo.

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  2. Esto te quedo lindo.... Me imagino que a Esther, en el cielo, le encantó. Paz a su alma y que Dios te bendiga.

    Gr

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  3. Me encantó... gracias por compartirlo
    saludos,
    Angie

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  4. "Pensamos que el universo entero se descalabró, y a veces falta el aire, y la música estorba, y el dolor pincha como ataque fulminante al corazón"...así debe sentirse el día en que ellas dejen este mundo. Pero hay algo que queda en nosotros, ese amor que nos transmitieron, esas enseñanzas que queremos dejar como herencia, ese amor irrepetible que nunca volveremos a sentir. Gracias por que cada vez que te inspiras... remueves sentimientos, nos pones a pensar, nos regalas de ese don que Dios te regaló... Julia

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  5. Me gustó, tremendo mensaje, gracias Eduardo...geraldine

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