A Ti, que me reinventas cuando sonríes, pícara, y provocas este torrente de palabras que no puedo detener.
El cura entró en su cuarto
entretenido con el juego cotidiano de inventar una palabra nueva que
significara lo mismo que purgatorio; cerró la puerta y entonces la vio. Era la
cantante del coro, la trigueña, sin ropas..., línea perfecta sobre la cama,
como La Maja de Goya. Él cayó de rodillas al ver que ella separaba sus
compuertas, y le mostraba inverecunda el secreto acuoso de su zarzal
perturbador. Era la primera vez en su vida, y no atinó a otra cosa que a
balbucear todos los epítetos que había aprendido desde niño cuando, durante las
conversaciones en las antesalas del sueño, sus hermanos mayores hablaban de sus
travesuras de trastienda, y le decían que la flor de las mujeres era algo
mayúsculo, jugoso, emulgente, magnético, vivo y vivificante, sápido,
enajenante, acariciador, hirsuto, sedoso, macerado, balsámico, largo, róseo,
oloroso a esconce y flores, surtidor, anfractuoso, tierno, almohadillado,
opulento, recóndito, oscuro, superextraultradesequilibrante, pesado y liviano,
elástico, profundo, ancho, alto, seco antes del combate, afluente que lo
engulle todo cuando se lanza a la faena, extenso, vejatorio ante el otro
subyugado, dulce y salobre, manjar cáustico, bullente en los lomos del cariño,
marmóreo o esponjoso, eso depende, pícaro, anhelante, rapaz entre beso y beso,
opíparo, exigente, generoso o egoísta, arrogante o sumiso, de acuerdo al otro,
insistente, sablista, torturador,
malabarista, caliente y frío, quebrantador, convulso, cacofónico bajo el peso
del tiempo, casi histérico, porque cuando llega a lo más alto se oye como
enramada que se quema; entonces, después que todos los latidos de que es capaz
ya retumbaron, y los portones de sus lagos se someten, explotan las burbujas
contenidas y va bajando la furia, se calma el viento, se torna pacifista, niño
que juega en su cuna, tranquilidad de bosque lluvioso, león dormido, terso,
agua quieta, lenitivo, gatito en brazos de papá, ligero, quietud de atardeceres
en montaña, verso, ojos cerrados que piensan en espuma marina, el olor del
café, barco ladeado en la arena, afonía, rumor apenas...
De regreso de su ensueño, el cura decidió tocarlo, con un beso, y sobraron las palabras.
De regreso de su ensueño, el cura decidió tocarlo, con un beso, y sobraron las palabras.
La botaste, hermano; yo sabía que algo provocaba tu locura. Ahora sé que es ella, la de la risa pícara.
ResponderEliminarwao, creo q mas q disfrutar y perderte en la risa picara ahora si le estas quitando la cascara y estas descubriendo a esa musa q t tanto t revela y te lleva a dar detalles q ni ella misma entiende. Felicitaciones!!! MP
ResponderEliminarno hay que ser cura para dar relieve y camino a la lujuria.tampoco monja.
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