La foto más reciente que nos tomaron juntos, en el nacimiento de El Colmillo de los Dioses |
EL TEXTO DICE ASÍ:
Eduardo y yo fuimos pareja...
Creo que los 50 años es una edad ideal para salir del clóset; al menos yo lo siento así. No sé qué pensará Eduardo.
Les cuento:
A Milcíades Ortiz se le ocurrió un día que conformáramos parejas para "hacer cosas". Al menos dos veces -no sé porqué razón- me unió con Eduardo. Yo me uní con Eduardo o Eduardo se unió conmigo; lo cierto es que siempre quedábamos juntos haciendo vainas.
Un día nos tocó ir Colón a realizar un reportaje. La excusa era que allá vivía una hermana de Eduardo. Estábamos más limpios que el peine de un calvo, pero hasta un carro conseguimos; es que "Soto" sabe hacer las cosas bien. Ese día, sin decírmelo, me enseño que: "Si hay misera, que no se note".
Él manejó, porque yo no tenía licencia. El carro era un viejo BMW color café, si mal no recuerdo, que el pidió prestado.
Yo puse como 3 dólares para la gasolina (no había para más, porque éramos unos ilustres desempleados), y así nos fuimos a la costa Atlántica.
Solo recuerdo dos episodios de ese viaje: el BMW nos dejó varados en algún punto del camino y quedamos haciendo de mecánicos y la otra es que llegamos a la casa de su hermana en Margarita, creo, y almorzamos rico. No recuerdo si hicimos el reportaje, pero comimos más bien que el carajo.
En otra ocasión, volvimos a estar juntos, cuando nos mandaron a que nos entrevistáramos mutuamente. Allí supe que su papá fue poeta y locutor de radio y que su mamá vivía en San Felipe. Él se ocupó que describirme y no podía pasar por alto "mi negritud y la luz de mis ideas": ahí le salió el poeta que siempre ha llevado a dentro.
Seguimos unidos por la lucha civilista, llegamos a la misma casa periodística (él uno meses antes que yo) y allí anduvimos (del verbo andar), muchas veces cerca, otras en cuartos distintos, pero siempre sabiendo que el uno estaba por el otro.
Después de movernos por todos lados, el destino volvió a ponernos cerca cuando lo trajeron de vuelta al Panamá América en calidad de subdirector.
Un día me llamó a un cuartito y, estando los dos a solas, me dijo, casi al oído: "voy contar contigo para cosas grandes más adelante". Sus palabras me sedujeron. Ese MAN siempre ha tenido labia.
Al poco tiempo me embarcó en un proyecto periodístico-cultural que, me imagino, ustedes conocen.
Una vez más, el destino quiso que tomáramos rutas distintas y por los últimos cinco años hemos estado "haciendo cosas" cada uno por su lado, pero siempre "conectados".
Y no sé por qué, pero creo que "nuestra historia juntos" todavía no ha terminado de escribirse, porque dicen que después de los 50 comienza la mejor parte de la vida.
Felicidades, mi hermano. Sabes que te quiero y te admiro un montón por el extraordinario ser humano que eres y la mente tan brillante con la cual el Señor te ha bendecido